Argentina lloraba a su Lupo
Así le decían a Néstor Kirchner en El Calafate, Río Gallegos, y en toda la Provincia de Santa Cruz, de donde era oriundo. Llegué al Aeroparque de Buenos Aires casi al mismo tiempo que sus restos, que venían de Río Gallegos y al día siguiente serían devueltos allí para ser inhumados en una bóveda familiar del pequeño cementerio.
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Leonidas Irarrázaval
Fue toda una experiencia presenciar el pesar de una gran parte de la población de Buenos Aires. Había sido el último jefe de Estado, inmediatamente antes de su esposa y él era seguro candidato del justicialismo para regresar a la presidencia, al terminar el período de Cristina Fernández. Fue el verdadero autor de la recuperación económica argentina. Fue también el principal asesor de la jefa de Estado y se murmuraba que él tomaba las decisiones más importantes. Sus médicos le pedían moderación para su permanente actividad, pero él nunca les hizo caso.
En cierto sentido, los argentinos reaccionaron con una especie de pasión italiana ante su fulminante deceso. Caminé bajo la lluvia observando las largas filas de dolientes que lloraba al ex presidente. Sólo vieron un catafalco cerrado, en un salón de la Casa Rosada, casi sin flores ni velas ni cruces. Tampoco vi al cardenal ni a los obispos ni al presidente del Senado que es el vicepresidente Julio Cobos. A este se le había pedido que no asistiera al sepelio. Se encerró en su feudo de Mendoza junto a varios dirigentes de la oposición. Los que fueron a la Casa Rosada, cuyo exterior esa tarde se iluminó de morado, estaban muy dolidos con gritos y carteles que decían: Gracias Néstor ,Fuerza Cristina, Te apoyamos más que nunca.
A pesar del duelo, la gran ciudad no detuvo su ritmo. En el teatro Colón sólo hubo una función, pero esto se debió a huelgas de los sindicatos después de cuatro años de cierre. Las obras teatrales, las variedades y los espectáculos de tangos continuaron con sus salas llenas. En ningún momento se pidió un minuto de silencio por el ex presidente fallecido.
La gran figura trágica, dolorosa e imponente fue la de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En todo momento estuvo sola o abrazada a sus dos hijos, al lado del féretro, mientras duró el desfile del pueblo, desde las 8:30 am hasta las 12:30 pm. Mantuvo una sobriedad que nunca le había visto. Tomó todas las decisiones que se imponían y hasta bajó de su auto camino al Aeropuerto, en el viaje de regreso a Río Gallegos, para ordenarle a los policías que fueran más cuidadosos con el gentío que se apretujaba contra el carro fúnebre. Esa noche enterró a su esposo a las 11:30 pm, en medio de la oscuridad casi total del campo santo local.
Fue fuerte el contraste entre el pesar y la indiferencia que vi en Buenos Aires. Los breves responsos de los curas de El Calafate y de Río Gallegos no tuvieron nada que ver con la suntuosidad de los recordados sepelios de Evita, el general Perón y los ex presidentes Yrigoyen y Alfonsín. Sólo la presencia permanente del presidente Hugo Chávez, de Venezuela, que no se iba nunca y que me recordó la eterna visita de Fidel Castro a Chile, señalaba que se estaba despidiendo a alguien importante.
¿Que sucederá en Argentina? Creo que tendrá una presidencia fuerte, nada que ver con la de Isabelita, con mucho carisma, inteligencia y que probablemente buscará su reelección. Si los comicios tuvieran lugar hoy probablemente la obtendría.